Las letras del rock nacional y del tango a veces son como un espejo distorsionado que muestra lo que le pasa a un equipo como Unión cuando las cosas no pintan bien desde lo institucional. Charly García, un ícono del rock argentino, es famoso por su estilo rompedor y sus letras filosas. A lo largo de su carrera, fue un cronista de la realidad social y, de alguna manera, también tiene la capacidad de interpretar lo que vive un equipo en crisis. García arrancó su carrera en los años 60 con Sui Generis, junto a Nito Mestre. La banda fue un fenómeno y sus temas se transformaron en himnos para varias generaciones. Después, pasó por varias bandas y proyectos como PorSuiGieco y La Máquina de Hacer Pájaros, popularizando el rock progresivo en Latinoamérica. Más adelante, con Serú Girán, su influencia se disparó, y su música llegó a ser comparada con la de los Beatles por su calidad. En 1983, García sacó el álbum Clics Modernos, donde está la canción “Bancate ese defecto”. La letra de esta canción puede resonar con la situación de Unión cuando el equipo está en un bache. La canción dice:
«Están pasando demasiadas cosas raras
Para que todo pueda seguir tan normal
Desconfío de tu cara de informado
Y de tu instinto de supervivencia
Hace tiempo que no leo ni veo nada
Porque me ofende que todo esté tan mal
Y hasta las personas lindas me dan rabia
Y los chicos y las chicas no hacen nada por cambiar»
La jerarquía suele ser como una especie de sistema para organizar las cosas según su importancia. Básicamente, todo estaba subordinado a lo que estaba un nivel arriba. O sea, cualquier cosa que tuviera una estructura tipo ejército, lista de tareas, u organigrama de una empresa era una jerarquía. La palabra “jerarquía” viene de los griegos, que usaban “hierós” para decir “sagrado” o “divino” y “arkhei” para “orden” o “mando”. Originalmente, se refería al poder divino que tenían los clérigos en la antigua religión griega. Pero la jerarquía no es algo nuevo; siempre hemos organizado todo de esa manera. Desde hace mil años, la gente usaba la jerarquía para estructurar sociedades, ya fuera un caudillo, un faraón o un grupo de ancianos mandando sobre el resto. También se usaba para clasificar materiales y animales, ordenándolos de lo más puro a lo menos puro o en un árbol evolutivo. El caso más natural de jerarquía es en la familia, donde los padres tienen la autoridad sobre los hijos. Hoy en día, la jerarquía está en todo, desde la vida personal hasta el trabajo. En lo personal, una jerarquía de valores es como una lista de lo que uno considera más importante, ya sea la familia, el dinero o el tiempo libre. Cada persona tiene su propia lista de prioridades.
Las jerarquías de valores organizan lo que uno cree que es más importante y lo que queda en segundo lugar, según nuestras creencias, sentimientos o ideas. En la sociedad, una jerarquía social organiza a la gente según su lugar en la economía o el poder político. Puede ser más o menos flexible: en algunas sociedades, se podía subir o bajar de posición, mientras que, en otras, como la del Medioevo europeo, todo estaba más fijo y no se podía cambiar de estamento. En las empresas, la jerarquía solía ser como una pirámide, con los jefes en la cima. Las tareas y responsabilidades se repartían según esta estructura, y a medida que subías, la perspectiva de la empresa se hacía más general. Pero no todas las jerarquías eran iguales. Si una jerarquía era vista como injusta o desigual, o si creaba un ambiente opresivo, podía ser perjudicial para la empresa. Hoy en día, muchas empresas buscan ser más flexibles e innovadoras, fomentando un ambiente de diálogo y colaboración en lugar de una estructura rígida y autoritaria.
La crisis institucional está empeorando cada vez más. Lo que empezó como un problema financiero ahora está envuelto en rumores de corrupción, especialmente con el reciente escándalo que involucra a Luis Spahn, el ex DT Gustavo Munúa y algunos negocios inmobiliarios en Uruguay. Se rumorea que la demora en liberar fondos podría beneficiar a esta sociedad con casi 300 mil dólares en intereses. Si las acusaciones resultan ciertas, no solo se agrava la situación financiera del club, sino que su reputación quedará manchada. Es sorprendente que, en medio de todo esto, tanto los dirigentes como Spahn parezcan sorprendidos por el congelamiento de los fondos provenientes de Chechenia en EE.UU., a pesar de que el conflicto entre Rusia y Ucrania lleva dos años y medio. ¿De verdad Luis Spahn no sabía nada? ¿O es que nadie en la Comisión Directiva tenía idea de esto? Cualquier fiscal podría investigar a fondo. El técnico hace su parte, el árbitro asegura que todo esté en orden, y la dirigencia debería garantizar el buen funcionamiento del club. Pero Unión está actuando en contra de sus propios intereses, y la prometida transparencia no se ve reflejada en los hechos. El lucro se oculta entre trampas y pequeñas maniobras, y los intereses del club se dejan de lado en favor de los personales. Mientras la dirigencia no asuma su rol, el técnico tendrá que cumplir funciones que no le corresponden, los jugadores tendrán que hacer más que mostrar sus habilidades y los hinchas se quejarán en lugar de exigir. Todos, desde jugadores hasta hinchas, deben reconstruir la confianza. La confianza es clave para cualquier sociedad, y detectar debilidades en lugar de fortalecer nuestras propias fortalezas solo genera desconfianza. Es esencial tener confianza en quien nos ayuda o nos facilita algo, en lugar de siempre justificar nuestra propia confiabilidad.
Parece que la Asociación Civil de los Corazones está casi en la cuerda floja, pero, curiosamente, Unión sigue avanzando sin frenos. El técnico ha sido claro en sus conferencias: “Este equipo puede jugar bien, mal o regular, pero nunca nos va a dejar tirados.” A pesar de todo, el club sigue a flote gracias a la persistencia de la dirigencia, que parece estar funcionando. Están tratando de atraer inversiones sin vender el club. Entonces, ¿qué quiere Unión? ¿Cuál es el plan de la dirigencia? Esta temporada, el descenso no es un problema, así que, si el objetivo era mantener una distancia segura de los equipos en riesgo, se ha logrado. Pero, ¿qué es lo que realmente busca Unión? Es clave entender esto para analizar la situación del equipo al final de la temporada. Mientras se cumple el objetivo de evitar el descenso, si consideramos lo que decía el DT Cristian “Kily” González sobre pelear por un lugar en competiciones internacionales, parece que no se ha alcanzado. Luis Spahn, el líder del club, nunca ha hablado de aspirar a un campeonato. Aquí está el meollo del asunto: para lograr una meta, todos deben estar alineados hacia un objetivo claro. Llegar a la Copa Sudamericana en 2019, 2020 y 2022 fue un gran logro, pero ese objetivo se ha desvanecido rápido. En Argentina, se puede clasificar a la Sudamericana con un puesto 11 o 12, pero ahora los hinchas quieren algo más: no solo participar, sino ser protagonistas. En solo 17 meses, la situación cambió de una eliminación ante Nacional de Montevideo a tener que ganarle a Tigre en noviembre de 2023 para evitar el descenso. Durante este tiempo, Unión vendió varios jóvenes y consiguió buena plata, lo que ayudó con las finanzas del club. Los nombres de Gastón González, Portillo, Nardoni, Imanol Machuca, Esquivel y Kevin Zenón muestran que Unión sabe producir y vender talento. Sin embargo, parece que eso no es suficiente. Muchos socios e hinchas llevan tiempo pidiendo ese tan esperado “salto de calidad”. Es ahí donde se debería dar la gran discusión en Unión.
En abril del año pasado, Unión despidió a Gustavo Munúa. El DT uruguayo había tenido un buen arranque en 2021 y un comienzo prometedor en 2022 con una victoria notable contra River y una aceptable Copa Sudamericana. Sin embargo, en los torneos locales, el equipo empezó a mostrar un retroceso evidente, alejándose de las competiciones internacionales y quedando afuera de la Copa de la Liga 2022. Como el fútbol argentino terminó antes por el Mundial de Qatar, la dirigencia tenía tiempo para evaluar la situación. A pesar de esto, Luis Spahn renovó el contrato de Munúa y luego lo despidió, lo que dejó al club con una deuda que el uruguayo ahora ha llevado a FIFA. En septiembre, Spahn cumplirá 15 años como presidente, y aunque ha habido aspectos positivos y negativos en su gestión, el futuro del fútbol profesional del club debe ser revisado en profundidad. Se podrían abordar temas de obras y cuestiones económicas, pero aquí nos enfocamos en el fútbol. Unión parece carecer de personas realmente capacitadas para tomar decisiones importantes; Spahn delega todo en el técnico actual, el Kily González. No está claro qué pasó con la secretaría técnica ni por qué se fueron Battión y Amud. Además, Unión sigue sin tener un predio propio, siendo uno de los pocos clubes de Primera que no cuenta con uno. Lo crucial para el éxito es preguntarse: ¿hay un verdadero interés en buscar la gloria? La gloria no es simplemente evitar el descenso, ni llegar a octavos de la Sudamericana, ni estar cerca de los mejores en la Copa de la Liga. Unión debe esforzarse por armar un plantel con la meta de llegar a la ronda final del torneo que más posibilidades ofrece a los clubes medianos para salir campeones.
Unión está lidiando con una dirigencia increíblemente incompetente para manejar un club grande del interior. Aislada, desinteresada y sin rumbo claro parece que la Comisión Directiva actual está tratando de moldear un perfil de socio conformista: alguien que se conforma con no descender, sin ambiciones y sin participación real en el club. Todo esto se siente como un experimento para crear una nueva identidad que no encaja con el espíritu tatengue. El DT, después del empate 1-1 contra Belgrano, expresó: Estoy con mis jugadores hasta el final, aunque estamos inhibidos. Hay que seguir por el amor a la camiseta. Unión necesita gente con hambre de gloria.” La realidad es que estuvo a un gol del descenso contra Tigre. Era ganar o descender, tras un año complicado con arbitrajes pésimos y horarios difíciles. Los hinchas se vieron obligados a apoyar como nunca para lograr lo mínimo: mantenerse en la categoría. El 2023 fue el triste final de un año, reflejo de las bajas expectativas impuestas por una dirigencia que parece satisfechos con solo evitar el descenso.
«Me trajiste hasta este rincón y encima esperás que te ovacione», vociferaba un socio furibundo ante la Comisión Directiva, mientras otro clamaba: «Nos salvamos del descenso, pero no logramos el campeonato, Sr. Spahn». Este modesto redactor se niega a aceptar que Unión sea esta realidad que se desploma bajo la égida de Luis Spahn y su reducido séquito de seguidores. La certeza de la “gestión” Spahn de haber alterado el ADN tatengue se manifiesta en ciertos actos simbólicos: El presidente prometió en una conferencia de prensa una renovación para la sede social, que luego se redujo a una mano de esmalte sintético sobre viejas chapas. El temor los ha arrastrado hasta aquí: ¿Si no es “Spahn”, quién? Una creencia inaguantable (cada vez más menguada) que permitió a un grupo cada vez más ineficaz en términos de gestión convertir al “Tate” en un club apartado –de manera sostenida– de ocupar el lugar que le corresponde en el escenario nacional. Esta premisa deberá ser superada mayoritariamente o Unión no tendrá futuro. El socio mediocre, arquetipo aspiracional de la “gestión” actual, encuentra analogía con ciertos políticos argentinos: ciudadanos sin ansias colectivas, sin formación en participación, sin deseos de avance social, sin ambiciones. El objetivo: individuos más fáciles de gobernar para un monarca que nadie desea en su trono. Según rumores, hubo dirigentes (que no forman parte de la directiva de Unión) que de manera furtiva se acercaron a la AFA (algunos de agrupaciones, otros independientes). Era necesario ayudar. Unión sufre una invisibilidad dirigencial a nivel nacional escalofriante. Hasta el propio titular de Vélez confundió al Presidente Spahn con un adlátere de segunda línea. Siempre el motor para un club con vigor será el socio. No nacerá de la actual Comisión Directiva que mira su reloj al final de los torneos, esperando el pitazo final, rezando al cielo.
La pasión tatengue excluye y naturalmente el tipo de socio mediocre que aspira la actual administración son las situaciones que genera la Comisión Directiva las que menguan el nivel de discusión en la institución. Unión es un sentimiento vasto e incomprensible para la comprensión promedio de esta Comisión Directiva que tembló como “Nosferatu bajo el sol” ante la posibilidad del descenso en la última fecha. Esta conducción del Club Atlético Unión es lo más parecido en términos políticos a la presidencia de De La Rúa. Al exmandatario le gustaba anunciar “buenas noticias” que luego no se concretaban o eran absolutamente ineficaces. Se fracturó la confianza, la cercanía, la credibilidad y la relación saludable entre la masa societaria y la Comisión Directiva. Da la sensación de que nadie cree en los números. No genera confianza con los proyectos deportivos. Los balances no se aprueban desde hace tiempo. Esta dirección ya no va igual a la cancha: construyó pasillos seguros alejados de la vista del socio para acceder al palco oficial. Unión es el Club Social y Deportivo de primera más importante de la región. Técnicamente es una asociación civil. No es una Sociedad Anónima Deportiva a cargo de un gerente. La Presidencia de Luis Spahn ha generado una aura en materia de relaciones políticas muy complicada. Externamente, dificulta las buenas contrataciones deportivas, las relaciones en la AFA y la competencia seria por altos puestos en los torneos. A Unión le costará el doble conseguir cualquier cosa con esta administración. Internamente, la relación con el socio está rota; la oposición clama por números que no coinciden. Equipos que no se arman. Predios que no se compran. Obras que no se hacen. Promesas de campaña que no se cumplen. El aislamiento de la Comisión Directiva es monumental y hace años que no se ve algo así en el Club.
El partido
Córdoba despertó bajo un manto de frío gélido, con un sol tibio que, al avanzar el día, comenzó a esbozar tímidos destellos de calor. Sin embargo, dos eventos picantes añadieron un toque de drama a la previa del encuentro. El primero se relacionó con Belgrano, un hecho policial de extrema gravedad ocurrido el jueves en la puerta del club, con disparos de armas de fuego. El segundo, que sacudió la atmósfera tatengue durante casi todo el día, giró en torno a un rumor electrizante sobre la supuesta inminente despedida de Cristian González como director técnico. Es incuestionable que la persistente inhibición (con Unión como el único equipo de Primera aún afectado), la ausencia de refuerzos y otros factores probablemente contribuyen al descontento del entrenador. ¿Qué sucederá?, es un enigma. Algunos aseguran que el Kily decidió convocar a jugadores lesionados (Rivero, Orsini, Pittón) con la expectativa de que podría ser su último partido. No obstante, el hecho de que estas lesiones hayan suscitado dudas llevó a que la lista de viajeros se ampliara un tanto. En conferencia de prensa, mencionó que «se queda en el club por la enorme entrega de sus jugadores» Por lo tanto, se trató de una situación más ligada a aspectos deportivos que a las circunstancias descritas anteriormente. En cuanto al grave incidente policial, ocurrido el jueves frente a «Los Piratas Celestes de Alberdi», una tienda vinculada a una facción de la barra de Belgrano, el ambiente se tornó turbulento. Poco antes de las 19, en la calle Arturo Orgaz, colapsada de transeúntes que se dirigían al estadio, un sujeto descendió de una moto y desató una serie de seis disparos, algunos dirigidos contra la tienda y otros contra un Renault Duster rojo estacionado frente al club. Un disparo alcanzó a una persona en la espalda, que fue atendida en un hospital y dada de alta inmediatamente. Posteriormente, un individuo fue detenido como presunto responsable del ataque. Así se desarrolló la tensa previa en barrio Alberdi, donde el partido, como es habitual en Belgrano, reunió a una multitud.
Como en el cruce con River, Unión fue sobrepasado durante buena parte de la primera media hora. Antes de los diez minutos, los palos salvaron otra vez al equipo. El juego aéreo sigue siendo un dolor de cabeza desde la época de Gustavo Munúa, con Unión sin sacarle jugo a las pelotas paradas, ni a favor ni en contra. Alejandro Rébola conectó un cabezazo en el área de Unión (4′) tras un córner, pero el balón fue al centro del arco y Thiago Cardozo, una de las pocas luces en el empate con Belgrano, logró despejarlo en el último segundo. Después de ese susto, Belgrano no volvió a hacer mucho hasta el cabezazo de Matías Suárez, con el uruguayo manejando los centros laterales con firmeza. Joaquín Mosqueira, en un momento flojo, perdió la pelota a los 7 minutos en el medio campo; el balón rebotó en Vargas y el travesaño lo salvó. El rosarino tuvo problemas para marcar a González Metilli, que siempre estaba moviéndose a sus espaldas. Otra vez, un tiro libre cerrado desde el costado izquierdo y, por segunda vez consecutiva, los palos intervinieron para salvar a Unión, igual que contra River. Unión arrancó flojo, sin poder cruzar la mitad de la cancha, y cuando lo hacía, era a través de un juego directo buscando a los delanteros, con Nicolás Orsini destacándose por su sacrificio ante los centrales rivales. A los 27 minutos del primer tiempo, Orsini creó la primera gran ocasión con un tiro que Ignacio Chicco, el arquero de Belgrano, bloqueó. Recibió un pase detrás de la defensa rival, avanzó por la derecha del área y, aunque intentó rematar, no encontró el ángulo y Chicco desvió el balón.
Los primeros movimientos del partido indicaban que Belgrano era el que asumía la iniciativa, moviendo la pelota de izquierda a derecha con precisión y una calma envidiable. El Tate tenía una postura netamente conservadora, como cuando tiene que cruzar el Puente Carretero. Unión se agrupó de manera compacta, con un bloque medio, en 20-25 metros en la mitad de la cancha, pero no se lanzaba a la presión alta sobre la salida del Pirata. Desde su llegada, el equipo de Juan Cruz Real desplegó un buen fútbol asociado, con fluidez, aprovechando la inacción defensiva de Unión para construir desde el fondo. El plan de Unión tenía sus limitaciones. Belgrano mostró una capacidad asombrosa para evitar errores no forzados y manejó el balón con gran seguridad. Las transiciones entre la defensa y el ataque del Pirata fueron impecables. Cada vez que el balón llegaba a los mediocampistas creativos, se veía cómo la pelota circulaba rápida y precisamente, buscando desmarques y posiciones ventajosas. Esta dinámica permitió a Belgrano crear numerosas situaciones de peligro, ya que los pases filtrados y las combinaciones veloces en el último tercio de la cancha resultaron ser una amenaza constante para la defensa de Unión. Por su parte, Unión, con su enfoque defensivo, intentó resistir el embate de Belgrano, pero no pudo ofrecer mucho en ataque. La falta de presión sobre la salida del Pirata permitió que Belgrano mantuviera el control del juego, moviendo la pelota de un lado a otro y desgastando a la defensa rival con su constante movimiento. Unión, al no ser agresivo en la recuperación del balón, se encontró en una posición incómoda, esforzándose por aguantar el ritmo sin generar oportunidades propias.
Hubo pasajes en el partido en que Unión lo equilibró, pero sin inquietar. Apenas si metió alguna pelota cruzada y un tiro de esquina medio desviado. La sensación era que Unión estaba medio perdido, con la impresión de que Belgrano podría clavar el 1 a 0 en cualquier momento. Los delanteros de Unión quedaron bien atrapados por los centrales del Pirata, que siempre se imponían cuando intentaban avanzar. En el mediocampo, que es clave para armar juego y dar solidez, faltaba esa chispa para mover la pelota rápido y aprovechar los espacios. El único que brilló, una vez más, fue Simón Rivero, a pesar de una semana de incertidumbre por un micro desgarro. Aunque no hubo parte médico oficial, la info se filtró en el seno tatengue. El ex Boca parecía no afectado y fue la figura del equipo desde el mediocampo hacia adelante. Es un crack, pero necesitó más compañía. Unión no tuvo dos volantes que le dieran más control y capacidad para definir el partido.
En el primer tiempo, Unión se movió con una lentitud que exasperaba. Cada jugada se construía con una calma excesiva, lo que hizo que parecieran estáticos. Necesitaban darle fluidez a los movimientos, porque parecía que estaban atrapados en un laberinto. El juego lento no ayudaba y los rivales aprovechaban cada error para acercarse al gol. Si no cambiaban esto, iba a ser difícil que Unión generara peligro. A los 27 minutos, Unión empezó a generar algo de peligro. Un pelotazo largo fue para Simón Rivero, que peinó la pelota para que Nicolás Orsini ganara la posición sobre el último central de Belgrano. Orsini quedó mano a mano con Chicco, el ex arquero de Colón, pero su tiro estuvo muy tapado y Chicco se quedó con la pelota sin problemas. El Kily hizo un cambio táctico que se notó de inmediato: decidió que Nicolás Orsini fuera el único centrodelantero, mientras que Balboa se tirara más a los costados. Pero el Kily va a tener que replantearse el sistema táctico pronto. Los dos delanteros no se entienden bien, se chocan y se anticipan con facilidad. Además, Orsini no está muy preciso con los pases y eso complica la ofensiva. El cambio no encajó del todo, el equipo se mostró bastante desorganizado en ataque, con un sistema que aún no parece funcionar. Si el Kily no ajusta esto pronto, va a ser difícil encontrar el camino al gol.
¿Y Belgrano? Optó por un 5-3-2, igualito al del Kily. No hay sistemas de juego buenos o malos; el éxito depende de cómo un equipo pone en práctica sus ideas en la cancha. El juego posicional es ubicar a los jugadores de manera lógica, para que la pelota llegue a ellos, no al revés. En ataque, se trata de crear superioridades numéricas o posicionales. No se puede encasillar a Real en un solo sistema táctico porque usó varias formaciones a lo largo de su carrera. Pero sí se pueden ver patrones como el arranque desde el fondo con la pelota al piso, laterales abiertos, y volantes en triángulo o cuadrado. Santiago Longo y Esteban Rolón manejaban el mediocampo, mientras que González Metilli flotaba detrás de Mosqueira, con Franco Jara y Uvita Fernández en ataque. Real solía salir con la pelota al piso y buscaba movimientos específicos. La clave era romper la presión rival con pases verticales o conducciones que atraían rivales y liberaban espacios. Los laterales daban amplitud al campo, creando espacios en el centro. Los volantes se movían en distintas alturas y se asociaban bien. Belgrano dominó el primer tiempo, y el 0 a 0 parecía poco justo. La idea era jugar rápido para desordenar a Unión y encontrar grietas. El DT tenía el desafío de mejorar la velocidad en el juego, pero se encontró con la figura del uruguayo Thiago Cardozo. En defensa, Real priorizaba la presión rápida tras la pérdida, exigiendo intensidad y movimientos en bloque para no quedar expuesto.
El primer tiempo se iba terminando y Unión no tenía una idea clara de juego. Les costaba encontrar estabilidad en el mediocampo, y la pelota parecía un flipper. Cada vez que intentaban lanzarla hacia adelante, terminaba en los pies de un defensor de Belgrano, que ha hecho de la pelota su gran fortaleza. Aunque generaron algunas situaciones antes de los 10 minutos, el Pirata no volvió a llevar peligro. Eso sí, el equipo de Real tampoco fue perfecto. También tuvo sus problemas: su esquema en el mediocampo es deficiente y, con pelotazos largos, dejan un hueco entre el mediocampista central y la última línea defensiva que el equipo de Juan Cruz Real no logra cubrir. Por ahora, el jugador más desequilibrante de Unión es Simón Rivero, un todo terreno que parece intentar cambiar el ritmo del partido. Unión estaba sólido en defensa y no pasaba sobresaltos, pero al recuperar la pelota, cometía errores en todas las jugadas de ataque. Creaban situaciones, pero no podían concretar. Los delanteros no estaban en el lugar adecuado, se chocaban y fallaban en los pases. Los tiros libres y de esquina se resolvían mal, y el equipo no logró encontrar solución a las pelotas detenidas.
Era un delirio ver cómo los jugadores de Unión lanzaban esos centros. La falta de precisión y eficacia en esas jugadas era de no creer y estaba destruyendo el rendimiento del equipo. Era obvio que había un boquete enorme cuando se trataba de mandar centros al área, y esa cagada estaba saliendo carísima. Cada vez que el equipo tenía la oportunidad de generar peligro con un centro, era como si tiraran una chance valiosa por la ventana. Los centros, que deberían ser una herramienta clave para armar situaciones de gol, muchas veces terminaban siendo un desastre: imprecisos, mal ejecutados o, directamente, un regalo para la defensa rival. Esa falta de calidad no solo cortaba las oportunidades de marcar, sino que también ponía a los delanteros en una situación complicada al no recibir los balones que necesitaban para concretar. Un claro ejemplo fue Lautaro Vargas: es un lateral derecho que prioriza mucho la marca y no tanto la proyección ofensiva, ya que cuando lo hace, tiene buenas intenciones, pero no logra finalizar bien las jugadas, ya que sus centros son demasiado pasados. Había comenzado mal, ya que Belgrano atacaba mucho por sus espaldas, pero luego se acomodó en el partido.
Segundo tiempo
La pelea comenzó tranquila, con Apollo mostrando su agilidad y lanzando algunos golpes que no parecían afectar a Drago, quien se mantenía en su posición. Pero pronto, el combate se volvió intenso cuando Drago empezó a golpear con una fuerza devastadora, dándole una paliza a Apollo. Al final del primer asalto, Rocky y el entrenador de Apollo, Duke, le pidieron que se rindiera, pero Apollo, a pesar de la golpiza, se negó y le pidió a Rocky que no detuviera la pelea. En el segundo asalto, Apollo salió más decidido, pero Drago lo atacó con ferocidad. Duke rogó que tiraran la toalla, pero Rocky, a regañadientes, cumplió el deseo de Apollo. Finalmente, Drago lanzó un golpe certero que hizo que Apollo cayera y se convulsionara. Tras la pelea, Drago fue declarado ganador, y él, sin remordimientos, comentó: «Si se muere… se muere». Mientras Apollo yacía muerto en brazos de Rocky, él decidió dejar el cinturón de campeón en las flores durante el funeral, diciendo que Apollo siempre sería el mejor.
Lleno de ira por la frialdad de Drago y con una profunda culpa, Rocky decidió vengar a Apollo aceptando pelear contra Drago en la URSS el día de Navidad en un combate de quince asaltos sin el título en juego. Viajó a la Unión Soviética sin Adrianne, y preparó su base de entrenamiento en Krasnogorsk con Duke y su cuñado Paulie. Drago usaba tecnología avanzada, esteroides y un equipo de entrenadores y doctores para monitorear su entrenamiento, mientras Rocky levantaba troncos, cortaba árboles, arrastraba un trineo cargado, trotaba en la nieve y escalaba montañas. Adrianne llegó inesperadamente para apoyar a Rocky, lo que mejoró su enfoque y entrenamiento.
Drago fue presentado con una ceremonia patriótica y el himno soviético, que hizo que la multitud apoyara a Drago y se pusiera en contra de Rocky. A diferencia de la pelea con Apollo, Drago fue a la ofensiva desde el principio y Rocky recibió una fuerte golpiza. En el segundo asalto, Rocky recibió más golpes, pero al final se recuperó, conectando un potente derechazo que cortó el ojo izquierdo de Drago, silenciando al público y haciendo que Rocky continuara golpeando a Drago incluso después de la campana. Duke y Paulie aplaudieron a Rocky por su valentía, recordándole que Drago no era una máquina, sino un hombre. Drago, irónicamente, comentó que Rocky «no es humano, es como un bloque de hierro», y su equipo lo reprendió por ser «débil» en comparación con el «pequeño americano». Drago comenzó a darse cuenta de que Rocky era más fuerte de lo que pensaba.
La batalla continuó en las siguientes rondas, con Rocky resistiendo los poderosos golpes de Drago. Su resistencia hizo que el público soviético, antes hostil, comenzara a apoyarlo, lo que molestó a Drago al punto de que empujó a Koloff fuera del cuadrilátero por reprenderlo. En el último asalto, Rocky sorprendió al público dejándose golpear por Drago, provocándolo y demostrando lo que podía hacer con voluntad. Finalmente, Rocky ganó por nocaut, sorprendiendo a los miembros del politburó soviético. Exhausto y ensangrentado, Rocky dio un discurso de victoria, destacando cómo el desdén del público se transformó en respeto. Comparó el combate con la animosidad entre soviéticos y estadounidenses, diciendo que ver su pelea era «mejor que 20 millones». Rocky terminó su discurso con un llamado a la unidad: «Si puedo cambiar, ustedes pueden cambiar, ¡todos podemos cambiar!». El secretario general soviético se puso de pie y aplaudió, y el resto del público hizo lo mismo. Rocky concluyó su discurso deseando una Feliz Navidad a su hijo y levantando los brazos en señal de victoria mientras el público aplaudía.
Imaginate que sos Juan Cruz Real. Estás planificando el segundo tiempo para ir a buscar los tres puntos, y en 35 segundos, el Tate hundió el barco del Pirata. Fue directo, vertical, como casi nunca en este partido. Los tres volantes centrales del Tate participaron, abrieron la cancha por el costado izquierdo y Bruno Pittón fue de menos a más. En el primer tiempo la pasó mal por el lado de Barinaga, que se proyectó todo el tiempo. Al igual que Vargas, Pittón tiene que mejorar mucho en las pelotas detenidas y en los centros. Y justo en uno de esos centros, buscó el pase atrás para el tacazo de Rocky Balboa que puso el 1-0 parcial. A pesar de este 0-1, Belgrano fue a buscar el empate. Aunque estaban en ventaja parcial, Unión seguía teniendo problemas para cubrir el ancho de la cancha, los desbordaban con facilidad. Esteban Rolón (10′) recibió un centro desde la izquierda sin marca y remató de volea al arco de Cardozo, pero la pelota se fue muy arriba del travesaño. Este fue el punto de inflexión. Acá es donde Real le gana tácticamente al Kily con la entrada de Facundo Quignones y la salida de Santiago Longo.
La idea del Kily en este segundo tiempo fue frenar el ritmo de Belgrano manteniendo la pelota. Juan Cruz Real hizo un cambio táctico y pasó a jugar con tres delanteros. A los 21 minutos, después de una pérdida de Bruno Pittón, Franco Jara tuvo una chance con un cabezazo que terminó en el costado de la red. La verdad, no me gustaba ver a Unión tan metido atrás. Belgrano dominaba el partido en cuanto a posición y territorio, tirando centros una y otra vez. Unión apostaba solo a un contraataque para liquidar el encuentro. El Tate defendía en línea, pero Belgrano lastimaba con pelotazos entre líneas a través de los dos centrales. El Pirata le faltaba claridad para conseguir el empate. Por eso, el Kily se dio cuenta de que necesitaba a alguien que manejara la mitad de la cancha. Gonzalo Morales entró para moverse por todo el frente de ataque, pero no tuvo ninguna opción de convertir. Es un delantero de área que muchas veces espera que le llegue la pelota redonda, como en los partidos contra San Lorenzo o River, donde sacó un zurdazo que tapó Armani. Por otro lado, Valentín Fascendini entró para fortalecer la defensa frente a las torres que puso Belgrano. Se ubicó como lateral izquierdo en lugar de Bruno Pittón y se vio superado por las subidas de Barinaga y Uvita Fernández.
Después de un contraataque, Unión no lo pudo aprovechar y el disparo de Morales (34′) se fue por encima del travesaño. Ahí, ordenó el ingreso de Patricio Tanda en la mitad de la cancha. Se dio cuenta de que el equipo no tenía más piernas. Necesitaba gente en el centro para buscar el contraataque final. En esa misma ventana, entró Enzo Roldán para tener juego asociado, descansar un poco más con la tenencia de la pelota. Lo reemplazó a Mauro Pittón. Pero la única verdad es la realidad, como decía el General Juan Domingo Perón, y hace rato que el oriundo de Villa Mercedes no es una solución desde el banco. Entró para cuidar su ventaja, pero en las pocas veces que el Tate sacó una contra para liquidar el pleito, perdió varias pelotas en la mitad de la cancha.
Belgrano sumaba gente en ataque, pero como suele pasar, más no siempre significa mejor. A veces, tener más jugadores en ofensiva puede ser contraproducente, especialmente si los lanzadores no están a la altura. Rebola y Troilo, quienes se encargaron de distribuir el juego, no lograron marcar la diferencia que se esperaba. Cuando los lanzadores no encuentran la precisión ni la visión adecuada para desorganizar a un equipo bien plantado, como lo es Unión, es muy difícil vulnerar esa sólida defensa. A medida que se acercaba el final del partido, la presión de Belgrano aumentaba, pero la falta de efectividad en el ataque seguía siendo un problema. Con cinco minutos restantes, Matías Suárez entró al campo de juego, sustituyendo a Uvita Fernández, quien tuvo un partido bastante flojo y no aportó mucho en ofensiva. El cambio parecía una apuesta por revitalizar el ataque, buscando que Suárez, con su experiencia y calidad, pudiera generar algo diferente. Además, Heredia ingresó por Meriano, en otro intento por ajustar el esquema y mejorar la dinámica del equipo en los últimos minutos. El ingreso de estos jugadores estaba destinado a darle un nuevo impulso a Belgrano, que necesitaba urgentemente encontrar una forma de romper la resistencia de Unión. Sin embargo, el tiempo se agotaba y la capacidad de Belgrano para concretar sus oportunidades seguía siendo limitada. Los cambios eran un último recurso para intentar salvar lo que quedaba del partido, pero Unión se mantenía firme en su estructura defensiva, cerrando bien los espacios y controlando la situación. La tarea de vulnerar esa defensa bien organizada se volvía cada vez más complicada, a pesar del esfuerzo por sumar más gente en ataque.
Hacia el final del partido, Gamba entró en lugar de Balboa. La idea era aprovechar su despliegue para liquidar el partido de contra, pero no tuvo ninguna. Belgrano seguía insistiendo con centros, pero el arquero y los defensores de Unión se estaban haciendo un festín rechazando cada pelota que llegaba al área. No había asociaciones en corto ni jugadas sorpresivas, lo que hacía que la defensa de Unión estuviera relativamente cómoda. Con 40 minutos transcurridos, parecía que, salvo un milagro, el visitante se llevaba la victoria. Los seis minutos de descuento parecieron exagerados. Matías Suárez, que había entrado un rato antes, metió la cabeza en una jugada polémica que generó largas protestas de los jugadores de Unión. La revisión duró varios minutos, lo cual mostraba que la jugada no fue del todo clara. Unión ya saboreaba una victoria épica, porque lo dejaba solo en la punta y se daba en medio de rumores de alejamiento del entrenador y la inhibición que impide incorporar jugadores. El barrio Alberdi estalló por segunda vez cuando se convalidó el gol del empate, mientras Herrera sacaba tarjeta roja a los auxiliares del Kily. El final dejó un sabor amargo de algo que se escapó en el último minuto.
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Fuente: SOY Deportes
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