Por Darío Fiori
Ariel Penel le pide la pelota a un jugador de la B y marca el final del partido. Jerónimo Dómina mira al cielo, se agarra la camisa y con lágrimas en los ojos agacha la cabeza con incredulidad. Nicolas Orsini maldice. Federico Vera mastica su bronca. Y Franco Pardo sabe que su cabezazo que le dio el empate transitorio no alcanzará para levantar a este equipo. Por eso, se desploma. Se van algunos jugadores del banco de suplentes y les da un abrazo paternal a los más jóvenes; un gesto de resignación. Unión perdió 4 a 1 contra Belgrano y la alegría fue cordobesa.
Durante toda la vida, el fútbol y la política estuvieron ligados, como si fueran hermanos. Sin hablar del furor causado este fin de semana por las declaraciones de Javier Milei sobre la privatización del fútbol en los clubes de Primera División. Este momento deportivo que atraviesa Unión recuerda mucho a la segunda gestión de Carlos Reutemann. A pesar de las advertencias de equipos técnicos y dirigentes políticos, el río Salado terminó desbordándose provocando una devastadora inundación en Santa Fe. Las intensas lluvias y la inconclusa obra de defensa del Hipódromo contribuyeron al peor desastre hídrico de la historia de la ciudad. En medio de esta crisis, Reutemann ofreció una conferencia de prensa y deslindó responsabilidades con la famosa frase: «Nadie me avisó». La falta de coordinación, información y una actuación adecuada tiene consecuencias trágicas, con evacuados, muertos y un legado político marcado por la negligencia.
Traslademos ahora esta analogía al ámbito deportivo y a la gestión de Luis Spahn en Unión. La crisis que atraviesa el club se asemeja a una inundación en la que pareciera que nadie le advirtió a Spahn que si no incorporaba calidad iba a descender. En la actualidad, Unión sufre la misma crisis que afecta al país en general: División política e intereses personales impiden el desarrollo de cualquier proyecto a largo plazo que haga viable el destino del club, tanto en lo económico como en lo puramente deportivo. Es preciso entender dónde radica el problema, porque sin un diagnóstico correcto no será posible alcanzar las soluciones necesarias.
Siguiendo con la analogía, la falta de coordinación y visión a largo plazo en Unión bajo el liderazgo de Spahn reflejó un patrón similar al de la segunda administración de Reutemann. Al igual que el desborde del río Salado en Santa Fe, la falta de incorporaciones de calidad en el club acarrea consecuencias negativas, como el riesgo de descenso. En el caso de Reutemann, el fallo condenatorio del Poder Judicial apuntó a la responsabilidad de los exfuncionarios por conducta negligente, evidenciando que la negligencia tuvo consecuencias legales. En el ámbito futbolístico, la responsabilidad recae sobre la dirección deportiva y la falta de visión estratégica, lo que puede llevar a la pérdida de categoría del club.
Hace miles de años, Napoleón Bonaparte dijo «quien no conoce su historia está condenado a repetirla». Debemos aprender de la historia y de los errores del pasado. Al igual que la gestión de las crisis del agua requiere una planificación y una respuesta adecuadas, la gestión de los clubes deportivos necesita una visión estratégica, una toma de decisiones informada y la consideración de los intereses a largo plazo por encima de las disputas políticas y personales. Tanto en la política como en el deporte, la falta de previsión, coordinación y toma de decisiones adecuadas puede tener consecuencias desastrosas. Ambos escenarios subrayan la importancia de la responsabilidad, la transparencia y la planificación para evitar crisis y garantizar un desarrollo sostenible a largo plazo.
¿Cuál es la salida? Se pregunta el hincha de Unión. Como primera medida, dejar de lado las diferencias políticas y acordar puntos de unión (que hagan honor a su nombre), que permitan empezar a caminar unidos. Como segunda medida, empezar a asumir que quizás el club pase unos años más sin participar en ninguna competición internacional para desarrollar un proyecto a largo plazo que le permita ser competitivo una vez que empiece a organizarse institucionalmente.
Y, por último y fundamental, la familia rojiblanca debe volver a estar unida. Y eso comienza por las glorias. No se puede seguir expulsando a los ídolos. Es necesario trabajar para que cada uno, desde su lugar y sus posibilidades, esté cerca del club y vuelva a sentirse parte de la familia rojiblanca, ayudando a recuperar y transmitir esa identidad de grandeza que hoy parece lejana.
La gente ya no soporta la mala gestión y las peleas en el club que hacen imposible saber dónde termina el tobogán. De este momento de Unión tienen toda la culpa Spahn y la CD. Cada seis meses desmantelaba lo que funcionaba con las ventas y en algún momento eso se iba a trasladar a la cancha. Hoy vemos un equipo que no está a la altura de las circunstancias. La verdad nunca es triste, pero no hay remedio. Si en Santiago del Estero parecía que Unión había tocado el piso, en Córdoba demostró que puede jugar aún peor. Se acabó la rebeldía, se acabó el juego, y lo que es peor, se acabó el poder mental para hacerse fuerte en la adversidad. Se trata de un equipo colapsado, sin brújula, lento y desconfiado. Las malas decisiones futbolísticas fueron el embrión de una situación que desembocó en este desaguisado. Penoso, porque es doloroso ver a un gran club del interior del país como Unión en una situación tan crítica y autodestructiva. La falta de previsión en lo deportivo, la falta de planificación, las decisiones equivocadas, un plantel que perdió jerarquía, un presidente sin autocrítica. Es el resultado inevitable de una ecuación que sólo los responsables se empeñaron en no resolver.
Analizar los vaivenes de Unión requiere de una evaluación del fútbol argentino en general. Hay gente que sueña con un fútbol organizado, con bases sólidas en la forma, con competiciones mejor diseñadas. Con un debate que integre a personajes que el poder del fútbol argentino segregó, y otros que despuntan llenos de ideas y vigor sin que nadie repare en sus exigencias. Difícilmente, casi una fantasía suponer que es posible una política de estado en el fútbol. Es mas terrenal entregar el sueño a la capacidad de los entrenadores y al talento espontáneo de los futbolistas. Durante un periodo considerable, la AFA no ha reflexionado acerca de la visión que deberíamos tener para el fútbol en los próximos 20 o 30 años. En lugar de ello, ha dirigido su atención hacia cuestiones políticas y beneficios económicos, desviándose de los intereses deportivos. Cuando estos últimos quedan eclipsados por motivaciones comerciales y de poder, a la larga, tanto los negocios como el poder mismo corren el riesgo de desmoronarse.
Es inadmisible considerar la precaria organización de los torneo, en los que falta sentido común y reina la improvisación. Con 28 participantes en la Liga Profesional, y 37 en la Primera Nacional (antigua B Nacional), fue malherida cuando los descensos fueron anulados para beneficiar a algunos y después acotados. Es agonizante por la realidad económica. Hoy en día, ya nadie elige jugar el fútbol argentino. Nos llenamos la boca de decir que somos la liga de los campeones del mundo y la mediocridad se corporizó como la inflación y la calidad se diluyó como las reservas del Banco Nacional.
En este contexto, Unión no esta a salvo de la realidad que vivimos todos. Porque cuando los referentes no abundan, los refuerzos no intensifican y los juveniles no son sostenidos por un equipo, la complejidad le impone a los entrenadores formatear un esquema que una piezas de modo que mantengan entre sí alguna libertad de movimiento lo mejor posible lo que tienen y disimule las carencias. Más pragmático que dogmático. El prestigio y el desafío de dirigir en Argentina dejó de ser una tentación irresistible debido a una coyuntura caótica.
La única verdad es la realidad, y Unión se sigue desangrando en el final de este 2023. Los hinchas deben pensar que no sirvió brindar en Nochebuena ni en Año Nuevo. La actual situación humillante carece de aspiraciones compartidas que la transformen. La única salida viable implica la implementación de un trabajo serio a largo plazo, algo que el club no ha experimentado en décadas. De hecho, mencionar la existencia de un proyecto en el Tate casi resulta cómico, dado que es tan utópico que suena gracioso.
Cada día los hinchas se preguntan cómo se sale de esta realidad tan abrumadora, tan cruel pero justa. A diciembre llega Unión y vuelve a pedir la hora apenas iniciado el año, tal como ocurrió en el 2021. Se siente agotado en el cuarto día hábil. Los dirigentes extrañan la fase 1 de la cuarentena y no para resguardar nuestra salud. Desean que el fútbol se detenga para tapar lo que nunca se pudo ocultar: una gestión plagada de irregularidades y de falencias que deberán ser investigadas seriamente por la justicia. Alguien algún día deberá rendir cuentas de verdad.
Ya está. Quedan 3 puntos y 15 días de agonía. Puede pasar cualquier cosa. Sin embargo, hoy quiero decir que el Tate está que arde y no hay quien apague este fuego. Los líderes tienen que entender que es hora de dar un paso adelante. Tomar cartas en el asunto y asumir la responsabilidad de dirigir un Club de la envergadura de Unión. Los equipos están formados por uno o más líderes que conducen a sus tropas a la victoria. Puede ser política o futbolística, pero el equipo debe tener un horizonte claro. No parece que Unión esté decidido a ganar. Además, no hay una categoría que permita ilusionarse. Vamos llegando al fin del segundo semestre del año en el fútbol argentino y Unión está sufriendo lo que muchos sospechaban y por eso tanto hacíamos hincapié, por lo menos de este medio que era la falta de refuerzos importantes o de jerarquía para la parte final del año.
La calidad apenas aceptable del torneo se vio agravada por las ventas de destacados jugadores como Sebastián Mele, Lucas Esquivel, Imanol Machuca, además de las salidas de Yeison Gordillo, Luciano Aued y del propio entrenador, Sebastián Méndez. El rumbo que tomaría el equipo resultaba previsible para la mayoría. Durante la Copa de la Liga, se recurrió a jugadores juveniles, muchos de ellos sin experiencia. Para empeorar la situación, las incorporaciones se realizaron más para completar que para potenciar o elevar el nivel del equipo, y esto tuvo un impacto negativo en la estructura de la Reserva. Todo esto se suma al duro golpe que representó el cierre del año.
Los números hablan por sí solos en Primera y en la Copa de la Liga. En Primera, jugó 13 partidos, ganó 2, empató 6 y perdió 4, con 9 goles a favor y 13 en contra. Se encuentra a dos puntos del último puesto, ocupado por Lanús. En Reserva, disputó 13 partidos, no ganó, empató 4 y perdió 9, con 5 goles a favor y 17 en contra. Los números totales en ambas categorías reflejan la decadencia de Unión a lo largo del año: 25 partidos y solo dos victorias. Surge la pregunta válida: ¿por qué? Una vez más, es necesario cuestionar al Presidente de Unión y su Comisión Directiva.
El que sepa resolver esto debe dar un paso adelante. Mientras no se trate de un fantasma que nunca fue a la cancha, ni de un rufián que quiere hacer de este Club Social una Empresa, quien quiera realizar acciones que ayuden al Tate de la Avellaneda a salir, debe levantarse de entre la multitud de cabezas, y sostener la mirada. La opinión expresada refleja la creencia de que cada socio ya se encuentra satisfecho con el intento, sin grandes demandas ni exigencias, simplemente ajustándose a lo que están acostumbrados a recibir.
Pero la necesidad del paso adelante de los que tienen las condiciones está, y estará, hasta que se cubran esas plazas. Aptitud. Trabajo rentado y horas dedicadas a un solo fin, el Club Atlético Unión de Santa Fe. Los representantes de la Institución, y no colgados de sus tetas, buscando chicos con el don de mover la pelota que quieran ser representados por uno de los clubes más importantes del interior. Lo que se defiende es la camiseta, la cual pronto volverá a lucir sus colores rojo y blanco. El hecho de que el equipo haya tenido el menor número de victorias en el año es un claro reflejo de este compromiso. Es imperativo que el club recupere la memoria que ha perdido. Que el proceso de selección de talentos vuelva a llamarse «prueba de categoría 85» -ahora adaptada a los dos mil y pico- en Casasol. Cuando un joven con talento se une al equipo, debería recibir no solo entrenamiento, sino también un plan de alimentación y el respaldo de un equipo de psicólogos que cuiden de esas mentes que aspiran a emular a los jugadores admirados. Estos profesionales deberían formar parte integral de la institución a la que pertenecen, fomentando la integración y asociando al jugador con el club desde el primer momento de la firma del contrato. La idea es que el jugador se sienta parte de la familia y comprenda el funcionamiento de este mecanismo (a veces desgastado) para lograr el éxito, tanto en lo deportivo como en lo social, que conocemos como Unión.
Es momento de dar un paso adelante. Se deben dejar de lado las excusas relacionadas con las vueltas de la vida y permitir que aquellos con conocimientos en administración se encarguen de la gestión. Los líderes deben asumir la responsabilidad de administrar con determinación, gestionar con eficacia y alentar con pasión. Se insta a quienes estén dispuestos a supervisar a hacerlo con decisión, detectando problemas de manera proactiva. Sin embargo, es crucial llegar a un consenso para que Unión se recupere, ya que de lo contrario, la situación resulta dolorosa.
El Tate se arrastra por la cancha y solicita piedad. Es el momento de tener compasión y dejar de pisotear su historia. Es hora de jugar con la pelota al piso, mirar hacia adelante y dar tres pases seguidos, como un bebé que aprende a caminar. Esta situación afecta la moral del hincha de Unión, cuyos ojos quedan enrojecidos por la bronca y el cansancio. Esto está lejos del paladar y la elegancia que supo caracterizar al hincha en los años 70 y 80. Unión merece respeto, y no pueden permitir que se menosprecie a esta institución.
Nada ocurre por casualidad en la vida de las instituciones. Sus resultados son consecuencia de la acción de los hombres, siempre ha sido así y lo será en el futuro. No hay lugar para el pensamiento mágico. Al contrario, debe prevalecer el pensamiento crítico, la búsqueda y aceptación de diagnósticos y una gestión proactiva y de alto nivel.
Hoy en día no hay respuestas correctas en el campo en un partido porque no las hay en el exterior. No hay conductas y actuaciones que inspiren y motiven en cada partido porque no las hay en los espacios de gestión y decisión. A la alegría de la pasión que los hinchas desean dar rienda suelta cada semana se opone la realidad que es muy dura, pobre y triste. El Club de los socios ha sido apropiado por una mediocridad que amenaza con quedarse por mucho más tiempo y es preocupante que no esté claro quién y cómo intentará evitarlo hoy. No va a haber soluciones mágicas, no se puede insistir en las mismas fórmulas ni improvisar líderes. En el campo hay un equipo sin alma y hay una institución cuya alma está dormida esperando que alguien la despierte.
El partido
Desde que llegó a la dirección técnica, Cristian González siempre mostró una preferencia marcada por el sistema táctico 5-3-2. Sistema que se implementó por primera vez con Sebastián Méndez. Gracias a ello Unión tiene chances de llegar a la última fecha con posibilidades matemáticas de mantener la categoría. En algunos momentos, le resultó efectivo, ya que mantuvo el arco en cero para luego pensar en el rival, hoy en día llevó a cuestionar la capacidad de adaptación y flexibilidad del entrenador.
El empecinamiento del Kily González volvió a quedar en evidencia en el partido ante Belgrano en el estadio Julio César Villagra, donde nuevamente debió proponer un juego más ofensivo, ya que en estos dos encuentros estaba en juego nada más y nada menos que la permanencia de Unión en Primera División. La falta de un plan B dejó a los analistas deportivos (en este caso, al presentador) preguntándose si la tozudez del entrenador es un obstáculo para el bien del equipo. Las tácticas de un equipo de fútbol no pueden ser estáticas, y la capacidad de adaptarse a diferentes situaciones es crucial en este tramo final. La obstinación en mantener un único sistema limita las opciones del equipo y convierte a Unión en un rival previsible para la rial.
En los partidos en los que se requería un planteo más arriesgado, el Kily González optó por aferrarse a su sistema conservador, lo que lleva a cuestionamientos. En el fútbol, el juego es dinámico, y la incapacidad de adaptarse a diferentes escenarios puede ser perjudicial en el competitivo mundo del deporte profesional. Resulta comprensible que los entrenadores tengan preferencias y estilos definidos, pero la verdadera grandeza reside en la capacidad de evolucionar y ajustarse en función de las circunstancias. En este sentido, la terquedad puede convertirse en un obstáculo para el progreso y el éxito.
El Kily González tenía la oportunidad de demostrar que su terquedad no es un obstáculo insalvable. Su variabilidad táctica puede ser la clave para afrontar diversos retos y lograr un rendimiento más constante. La habilidad para aprender de las derrotas y probar enfoques tácticos alternativos podría ser la diferencia entre ser un buen entrenador y uno excepcional.
En definitiva, Kily González debería reflexionar sobre la importancia de la flexibilidad táctica en el fútbol moderno. La tozudez puede ser un signo de convicción, pero también puede convertirse en un lastre que impida el crecimiento y la mejora. La auténtica grandeza reside en la capacidad de adaptarse y evolucionar, y el Kily tiene la oportunidad de demostrar que está a la altura del desafío.
Como sucedió en el partido contra Lanús (0-0), el Kily apostó al mismo libreto y a los mismos jugadores. En la defensa no cambió nada; tampoco en el mediocampo, donde el juvenil Del Blanco ha mostrado más que Banega y es bueno que mantenga su lugar en un sector del campo al que le está faltando demasiado la intensidad y dinámica que transmitía Roldán hasta que tuvo que parar para operarse la rodilla; y arriba, el doble 9 con Morales y Orsini. En lo táctico, tanto Vera por la banda derecha como Del Blanco por la izquierda estaban más atentos a la marca y la contención, para poder contragolpear. Tenían espacios si lograban ser ordenados.
El análisis va más allá de que el plantel es muy limitado, que no hay recambios. Lo cierto es que Kily González probó a casi todo el plantel en estos 18 partidos y no logró jamás un mínimo funcionamiento. Unión es un equipo vulgar, inconexo y sin fundamentos. Por momentos roza el amateurismo. En seis presentaciones, se lo sigue notando como un conjunto casi sin ningún tipo de desarrollo. Casi no hilvana situaciones ni tampoco pudo adueñarse de ningún partido. Lo alarmante de este diagnóstico es que juega con rivales de menor jerarquía. Están a la par de Unión, pero en la práctica son contrarios de poca monta, que difícilmente le ganen al resto de los clubes de los otros grupos.
El Tate no solo que no patea al arco, sino que tampoco se atreve. Entre sus limitaciones futbolísticas y su exasperante estado anímico, el plantel no reacciona y tiene un técnico que se desconoce su impronta. ¿Qué se puede rescatar del trabajo de González durante estos 5 meses? Si había un partido que Unión tenía que ganar hoy. Ahora, el equipo no solo que está último cómodo, sino que debe ir al 15 de Abril para jugar con Tigre, que viene dulce, a pesar de que se objeten fantasmas en donde no los hay. Tanto el plantel como el cuerpo técnico están insólitamente convencidos de que se obtuvieron buenos resultados. Hubo partidos en donde los jugadores declaraban que querían clasificar entre los mejores 4 de la Copa de la Liga. Se venía dando un discurso que roza un relato de cuento de hadas.

Ir por el nombre por nombre no tiene mucho sentido. Lo único que puede destacarse son los Kevin Zenón, Mauro Luna Diale, Gonzalo Morales, son quienes los hinchas depositan las expectativas sin cargarlos de una responsabilidad exagerada. También hay que sostener a los Paz, Del Blanco, Dómina. El resto, sinceramente, se sumerge en la insignificancia y la falta de utilidad. No hay un horizonte que haga pensar en que es posible una recuperación. El equipo despilfarró una seguidilla de partidos absolutamente accesibles para obtener confianza, ganar y empezar a tomar volumen de juego. No obstante, sólo se sembraron dudas y se sepultó todo tipo de expectativa.
Resulta verdaderamente desafiante expresar una perspectiva positiva sobre un equipo que carece de iniciativa ofensiva. No puede ni sabe cómo hacerlo. Resulta improcedente mencionar posibilidades concretas para pelear el descenso si el equipo no pudo llevar a la práctica una sola jugada preparada o una combinación ofensiva destacada en 17 partidos.
Unión no es serio. Pasaron seis meses y jamás le encontró la vuelta al equipo. Es increíble que esto suceda pero ocurre. Tanto el anterior partido como en este cotejo pondera la unión y el esfuerzo de los chicos, pero esconde los enormes y preocupantes déficits de un equipo que no genera nada. Que no tiene una sola carta para comprometer al rival y que reza que tenga una buena noche su arquero.
No es saludable continuar por este camino, ya que no conducirá a ningún resultado positivo; más bien, nos llevará por un sendero peligroso que solo evoca malos recuerdos. Aunque el material disponible sea limitado, existe la posibilidad de revertir parcialmente esta situación. Para lograrlo, es crucial reconocer por completo el panorama actual. Se espera que el discurso, aparentemente carente de realismo, expresado por Lucas Pusineri, se sustente en el ánimo del equipo con el objetivo de corregir las deficiencias observadas en los últimos partidos. Esta esperanza persiste, aunque hasta el momento no existan pruebas que confirmen su efectividad.
Preocupa la falta de suministro para Nicolás Orsini, quien cada vez se acerca más a la mitad de cancha para nutrirse de alguna pelota. Se evidencia una falta de brillo, resultado de un esquema de juego carente de coherencia en un equipo que parece carecer por completo de ideas. Un equipo que pone dos laterales volantes que no desbordan ni tiran buenos centros. Un equipo que juega con dos internos a pierna cambiada. Un 5 que recupera veinte minutos y otros setenta nada. Un lateral izquierdo que no es lateral izquierdo, como el caso de Del Blanco. Y así podríamos enumerar.
Tristemente Unión es esto. Porque si bien es verdad que el equipo es marcadamente limitado, y se dijo en esta columna, es alarmante ver como el equipo falla en cuestiones básicas que claramente se solucionaban con trabajo. Es obvio que González no tiene la culpa que Luna Diale o Zenón erren un pase a un metro, o que intenten cambiar de ritmo y pierda pelotas en zonas fundamentales. Pero lo que sí genera zozobra es pensar que no hay un plan de juego definido, que no sepamos a qué juega Unión o que no tiene una alternativa ante la adversidad. Que no salga una idea ante rivales notoriamente pequeños. Y más preocupa este análisis cuando se pone como vara salvarse del descenso. Es infantil dimensionar semejante ambición cuando el equipo no ingenió una jugada elaborada en 17 partidos.
Asusta ver la falta de calidad individual en Unión. Parece pasar desapercibido, pero hay decenas de situaciones en cada partido para enumerar el déficit de calidad. Y es triste creer que este presente perdurará en el tiempo. Naturalmente, uno se niega a asumirlo y confía en una reconversión. Sin embargo, esta realidad genera que, salvo algunos creyentes de los milagros, quienes varias veces vimos esta película, cerremos los ojos y esperemos que el final sea lo menos dañino posible.
Se vienen 15 días que serán cruciales. Se resolverá si Unión permanecerá en la máxima categoría o si lamentablemente perderá la categoría. No hay motivos reales para creer en nada. Dentro del plantel, muchos sienten lo mismo. Es como que esperan el cimbronazo, que aguardan lo inevitable. Todos los hinchas desean que eso no ocurra y que pueda existir una respuesta. Sin embargo, no hay un indicador que los lleve a creer. El destino de Unión sigue dependiendo de sí mismo. Si es por el camino de Luis Spahn, el Tate ya está condenado.
Como nos imaginábamos en la previa, Belgrano es el que asumió la iniciativa en el comienzo del partido. Inclinó por el lado de Del Blanco y el que tenía que cerrar siempre era Corvalán. Por otra parte, Unión trataba de abrir la cancha por el costado derecho con las subidas de Vera, sin embargo, le costó progresar y darle amplitud y profundidad. En esa primera etapa, predominó mucho el juego directo, el pelotazo largo para la búsqueda de los dos puntas que tenía Unión.
Belgrano aprovechó la fragilidad que tenía el Tate para salir jugando los defensores de Unión. Porque se perjudicó solo. Vera y Paz sobre todo. Por la franja izquierda, el Pirata iba a encontrar réditos. Los de Guillermo Farré poseen delanteros que ejercían presión en la primera línea defensiva. Eran los primeros defensores cuando el Tate trataba de salir por abajo, no obstante, se complicó más de la cuenta. Se entreveró innecesariamente.
Durante pasajes del primer tiempo, Unión perdió balones en áreas inapropiadas, una situación que ocurrió con frecuencia. Se observó que el equipo tendió a atacar constantemente por el lado izquierdo, aprovechando las proyecciones de Mateo del Blanco, un jugador destacado capaz de eludir a dos o tres rivales cada vez que tocó el balón. Poco fútbol de Zenón, lo mismo que Luna Diale. En vista de las limitaciones del equipo, uno de los mayores errores de Unión en el mercado de pases fue no incorporar un conductor. Aunque todos los jugadores demuestran esfuerzo y entrega, faltó alguien capaz de controlar el balón y dirigir el juego. A pesar de que el equipo parece estar diseñado para contragolpear, no ejecutó correctamente esos movimientos, y los contraataques fueron mal gestionados. El juego se redujo a pelotazos y a las segundas jugadas que solían quedar en manos del equipo dirigido por Guillermo Farré.

45 minutos tuvieron que pasar para que Unión genere una verdadera oportunidad de gol. A pesar de contar con una chance clara, el arquero de Belgrano, Losada realizó una doble tapada ante los remates de Zenón y Del Blanco, y el golero dejó con vida al elenco cordobés en el Barrio Alberdi.
Segundo tiempo
El punto de inflexión del partido se produjo en el segundo tiempo. Después de unos primeros 45 minutos difíciles de observar y poco atractivos, la situación para Unión empeoró al enfrentar casi todo el complemento con un jugador menos, como le pasó en la Boca. A los 5 minutos del epílogo final, Joaquín Mosqueira recibió su segunda tarjeta amarilla, olvidando que ya tenía una. La amonestación se produjo en una jugada polémica donde el árbitro interpretó una posible plancha.
Ante esta situación, el director técnico, el Kily, optó por un cambio táctico. Sacrificó a un delantero, Gonzalo Morales, y reubicó a Pardo en la posición de volante central. Así, el mediocampo adoptó una disposición con Luna Diale volcado por la derecha, Pardo y Zenón actuando como una suerte de doble pivote, y Orsini quedando en soledad en la delantera. Más tarde, ingresó Dómina, pero tuvo un impacto limitado en el desarrollo del juego.
Los jugadores de Belgrano se dejaron llevar nuevamente por la ansiedad y nervios que bajaban desde las tribunas, llevándolos a realizar acciones apresuradas. Hasta que, a los 17′ llegó el gol de Belgrano, producto de un mal rechazo de Del Blanco. Passerini aprovechó de taco el remate desviado para marcar.
A pesar del revés que sufrió el elenco de la Avenida López y Planes, se recuperó rápidamente. Un centro al área encontró a Pardo, quien conectó de cabeza al palo izquierdo de Losada, venciendo al arquero del equipo celeste y restableciendo el empate. Sin embargo, Unión fue una «tienda» defensivamente. Barinaga aprovechó la urgencia de Unión. Mostró fallos inexplicables. El lateral derecho conectó un centro pasado, a Del Blanco le ganaron las espaldas y superó a Moyano, quien a pesar de su estirada, no logró desviar la pelota. 2-1 y volver a empezar.
Antes de la media hora de juego, el DT de Unión realizó un cambio estratégico con el ingreso de Dómina y la salida de Paz, desarmando la línea de cinco para jugar con un 4-4-1. Los horrores defensivos de Unión, tanto con once como con diez jugadores, resultaron inentendibles. La defensa en línea careció de seguridad a lo largo de toda la noche. Además, se concedió un penal a Belgrano por una mano de Corvalán. Passerini ejecutó la pena máxima con un toque de sutileza, Moyano se quedó quieto, y el balón pasó cerca del palo izquierdo, dando al Tate una vida más en el partido.
Unión tenía una vida más, pero no la aprovecharía, ya que a los 41′ Franco Jara marcó un golazo de volea, luego de un mal despeje de Federico Vera que terminó asistiendo al delantero cordobés. Pero todavía falta algo más y a los 44′ el 9 tendría revancha por el penal fallado y debajo del arco no tuvo más que empujarla para establecer el definitivo y merecido 4-1. Unión a partir de quedarse con un jugador menos, se derrumbó y más allá del empate parcial, no tuvo la personalidad suficiente para aguantar el partido.

A una fecha del final, todavía tiene una bala más, pero es cada vez más complicada su permanencia en Primera División. En momentos claves donde debe salir a relucir la personalidad y la jerarquía, la juventud del plantel y la falta de recambio, lo terminaron condenando a depender de un milagro para seguir en Primera.
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Fuente: SOY Deportes
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